La mayor parte de los pequeños ruidos cotidianos pasan desapercibidos. El de teclear en la computadora, el de una cucharita golpeando la taza al revolver el café, un golpeteo nervioso de unos dedos en una mesa… Sin embargo, para las personas que padecen misofonía esos sonidos pueden resultar insoportables.
La mayor parte de los detalles que rodean a la misofonía son una absoluta incógnita. Habitualmente, se considera un trastorno neurológico que tiene que ver con la conexión entre la percepción de los sentidos y las sensaciones que generan. Aunque en otros casos, se le atribuye una relación con comportamientos psicológicos relacionados, por ejemplo, con manías o fobias.
El patrón de sonido concreto que desencadena la misofonía puede producir reacciones irascibles, en muchos casos, pero también angustia e incluso temor, tristeza o ansiedad. La interpretación más habitual es que las personas que padecen este trastorno asignan a los estímulos sonoros (y en ocasiones también a ciertas imágenes) reacciones y sensaciones poco convencionales.
Un mismo patrón de sonido repetido, aunque se trate de un ruido prácticamente imperceptible, genera la reacción irracional de una persona. Esa persona sufre misofonía, una afección neurológica que se relaciona con la reducción de la tolerancia al ruido, pero que se manifiesta en sonidos repetitivos o en patrones concretos.
La misofonía se caracteriza por una reacción negativa e intolerante a uno o más sonidos, independientemente de si es fuerte o débil o de las características acústicas del propio sonido. El tipo de sonido que desencadena la reacción es específico de cada individuo y puede (aparentemente) desencadenar reacciones injustificadas de ira, ansiedad o incluso pánico.
Los sonidos o ruidos que pueden desencadenar reacciones emocionalmente violentas en quienes padecen misofonía son muy numerosos, y dependen estrictamente de la persona a la que afecta. Por ejemplo, pueden causar misofonía:
Una de las causas más indicadas para la aparición de la misofonía está ligada a un probable trastorno neurológico derivado de la experiencia negativa, ocurrida en la infancia, a un sonido específico. Esta condición clínica se encuentra a menudo en la infancia y se asocia, en algunos casos, con trastornos neurofuncionales y psicofuncionales.
En la actualidad, los paradigmas modernos consideran la misofonía como un estado fisiopatológico potencialmente inducible en cualquier sujeto; una condición idiopática, que puede presentarse con trastornos psiquiátricos asociados, o una manifestación sintomática de un trastorno psiquiátrico subyacente.
La misofonía no debe confundirse con hiperacusia, una sensibilidad general al ruido versus un sonido que no es particularmente fuerte. Sin embargo, en este caso no se trata de una excesiva sensibilidad a determinados ruidos, sino del nivel de ruido. Las personas con hiperacusia reaccionan con gran sensibilidad al ruido a niveles de volumen que otras personas encuentran completamente normales. Si los ruidos se vuelven dolorosos a un volumen normal, es importante consultar a un otorrinolaringólogo.
No siempre es fácil para los misofónicos hacer que las personas comprendan su problema. Es importante que cualquier persona que sufre de misofonía pueda explicar a los demás que ciertos ruidos cotidianos los molestan sin saberlo por su propia voluntad, ya que la gama de sentimientos varía desde el simple dolor hasta reacciones muy agresivas.
Si sos misofónico, es importante explicarles a los que te rodean:
Es importante hablar de ello abiertamente, ya que en el peor de los casos una misofonía puede convertirse en fonofobia. Este miedo real al ruido puede llevar a evitar todas las situaciones que puedan afectar a estos factores psicológicos. Esta fuerte sensibilidad al ruido induciría a los fonófobos a dejar de comer en compañía, solo por dar un ejemplo. Para que la misofonía no se convierta de un trastorno inofensivo en un problema grave, la comunicación es clave.
Dar nombre al rechazo y al enfado hacia ciertos sonidos ayuda, y muchos misofónicos se tranquilizan al saber que no son los únicos en el mundo que experimentan este tipo de problemas. Una comunicación efectiva facilitará a familiares y amigos convivir de manera más armoniosa con la misofonía de sus seres queridos.
La aversión a todos los posibles ruidos que se producen al comer es particularmente común. Sin embargo, una simple molestia con estos ruidos no significa hablar de misofonía. Nuestra impronta cultural nos hace intolerantes hacia este tipo de sonidos por naturaleza.
Sin embargo, si estamos hablando de una misofonía real ligada a los ruidos de la comida, el misofónico suele sentir un enojo real por las personas que mastican demasiado fuerte, pudiendo incluso llegar a reaccionar de forma disgustada o, en el peor de los casos, violenta, ya que la ira se apodera de la persona misma.
Aunque la misofonía es casi patológica en algunas personas, es un trastorno que se puede mitigar y, en el mejor de los casos, curar.